Me encuentro en mi pieza, hechado sobre la cama mirando el altillo sobre mi que hace las veces de techo. está atardeciendo.
Ni un ruido en la casa. Arriba la tía sigue en su eterno escaneo de diapositivas acumuladas por años de historia familiar en pro de un compendio final de ésta; el tío ya se fue a su oficina. Son las 6:00 de la tarde y me incorporo con algo de frío, que es muy normal en este espacio alto y tenue.
Tomo mis llaves , paso junto a la escalera y le grito a la tía que voy y vuelvo, al abrir la puerta me recibe la Chatén (histérica como siempre), evito sus felices uñas asesinas de chalecos y salgo de la casa. No sé a donde y no hay una razón exacta, sólo me dirijo a la costa.
Corre mucho viento. Las palmeras y demases se doblan fácilmente en el camino (entiendo así la forma peculiar de algunos árboles de por aquí), cruzo la calle y empiezo a pensar que en vez de evitar el azote gélido del viento es mejor resignarse y hacerse un poco parte de él.
Hay una especie de anfiteatro cuadrado allí de donde viene el sonido de una banda militar que ha estado todo el dia en lo mismo y me sorprendo al acercarme y ver que son sólo unos 13 jóvenes practicando... hubiese jurado que todos los regimientos del sur de Antofagasta estaban pasando por la costanera.
La calzada continúa directo a la grúa macosa que se levanta imponente frente a mi pequeña humanidad; al pasar bajo ella pareciera querer aplastarme. Y termina todo en los amplios escalones desde los cuales sólo unos pasos me separan de las rocas donde se rompen las olas. Me quedo en el borde, de pie, tán sólo mirando. El mar siempre me gustó más en un día nubado. Parece abovedarse bajo las nubes oscuras y adquiere un tamaño más perceptiblemente enorme y lejano... sólo una bandada de siluetas voladoras hacen falta para que la escena sea perfectamente hipnotizante. Casi puedo escuchar esa música...
Son minutos, un pequño tiempo, ni siquiera he bierto la boca para respirar por ella; me gusta pensar que en realidad no estoy, que soy invisible, que no soy más que esa tierra que permanece allí haciendo lo mismo que yo pero durante años. A mis espaldas está tódo, están todos, todo lo que ha pasado, todo lo que he conocido, siguiendo su curso cotidiano, aconteciendo lo que luego se comentará en las agradables reuniones, en las llamandas telefónicas a distancia y en las onces mas o menos familiares.
No es el silencio, es la soledad que resulta del mar, que todo lo disuelve y lo convierte en arena. Cómo le temo al mar.
Media vuelta y los pasos me llevan de regreso. La banda aún toca las liras y los tambores; el perro que los acompaña me ve y corre rabioso hacia mí, subiendo veloz los escalones. Se acerca ladrando. Toca mi codo con su hocico incluso. No me inmuto, no me detengo, no varío la inercia, pues no es capaz de dañarme realmente, no tiene razones.
Al pasar bajo la escalera le grito a la tía que ya llegué.
Me siento en la cama, me recuesto en ella, como hace un momento.
Esta noche canto denuevo. Qué bien.
Si no fuese por eso quizás si me disolviera el mar.
domingo, 26 de agosto de 2007
sábado, 25 de agosto de 2007
Inicio

"Comemos bayas y raíces. Nueces y hojas. Y animales muertos. Algunos son animales que encontramos. Otros los cazamos. Sabemos qué alimentos son buenos y cuáles son peligrosos. Si comemos algunos alimentos caemos al suelo castigados por haberlo hecho. Nuestra intención no era hacer nada malo. Pero la dedalera y la cicuta pueden matarte. Nosotros amamos a nuestros hijos y a nuestros amigos. Les advertimos para que no coman estos alimentos.“Cuando cazamos animales, es posible que ellos nos maten a nosotros. Nos pueden cornear, O pisotear. O comer. Lo que los animales hacen puede significar la vida y la muerte para nosotros; su comportamiento, los rastros que dejan, las épocas de aparejarse y de parir, las épocas de vagabundeo. Tenemos que saber todo esto. Se lo contamos a nuestros hijos. Ellos se lo contarán luego a los suyos.“Dependemos de los animales. Les seguimos: sobre todo en Invierno cuando hay pocas plantas para comer. Somos cazadores itinerantes y recolectores. Nos llamamos pueblo de cazadores.“La mayoría de nosotros se pone a dormir bajo el cielo o bajo un árbol o en sus ramas. Utilizamos para vestir pieles de animal: para calentamos, para cubrir nuestra desnudez y a veces de hamaca. Cuando llevamos la piel del animal sentimos su poder. Saltamos con la gacela. Cazamos con el oso. Hay un lazo entre nosotros y los animales. Nosotros cazamos y nos comemos a los animales. Ellos nos cazan y se nos comen. Somos parte los unos de los otros.“Hacemos herramientas y conseguimos vivir. Algunos de nosotros saben romper las rocas, escamarlas, aguzarlas y pulirias, y además encontrarlas. Algunas rocas las atamos con tendones de animal a un mango de madera y hacemos un hacha. Con el hacha golpeamos plantas y animales. Atamos otras rocas a palos largos. Si nos estamos quietos y vigilantes a veces podemos aproximamos a un animal y clavarle una lanza.“La carne se echa a perder. A veces estamos hambrientos y procuramos no damos cuenta. A veces mezclamos hierbas con la carne mala para ocultar su gusto. Envolvemos los alimentos que no se echan a perder con trozos de piel de animal, O con hojas grandes. O en la cáscara de una nuez grande. Es conveniente guardar comida y llevarla consigo. Si comemos estos alimentos demasiado pronto, algunos morirán más tarde de hambre. Tenemos pues que ayudamos los unos a los otros. Por éste y por muchos otros motivos tenemos unas reglas. Todos han de obedecer las reglas. Siempre hemos tenido reglas. Las reglas son sagradas.
“Un día hubo una tormenta con muchos relámpagos y truenos y lluvia. Los pequeños tienen miedo de las tormentas. Y a veces tengo miedo incluso yo. El secreto de la tormenta está oculto. El trueno es profundo y potente; el relámpago es breve y brillante. Quizás alguien muy poderoso esté muy irritado. Creo que ha de ser alguien que esté en el cielo.“Después de la tormenta hubo un chisporroteo y un crujido en el bosque cercano. Fuimos a ver qué pasaba. Habia una cosa brillante, caliente y movediza, amarilla y roja. Nunca habíamos visto cosa semejante. Ahora le llamamos ‘llama’. Tiene un olor especial. En cierto modo es una cosa viva. Come comida. Si se le deja come plantas y brazos de árboles, incluso árboles enteros. Es fuerte. Pero no es muy lista. Cuando acaba toda su comida se muere. Es incapaz de andar de un árbol a otro a un tiro de lanza si no hay comida por el camino. No puede andar sin comer. Pero allí donde encuentra mucha comida crece y da muchas llamas hijas.“Uno de nosotros tuvo una idea atrevida y terrible: capturar la llama, darle tan poco de comer y convertirla en amiga nuestra. Encontramos algunas ramas largas de madera dura. La llama empezó a comérselas, pero lentamente. Podíamos agarrarlas por la punta que no tenía llama. Si uno corre deprisa con una llama pequeña, se muere. Sus hijos son débiles. Nosotros no corrimos. Fuimos andando, deseándole a gritos que le fuera bien. ‘No te mueras’ decíamos a la llama. Los otros cazadores nos miraban con ojos asombrados.“Desde entonces siempre la hemos llevado con nosotros. Tenemos una llama madre para alimentar lentamente a la llama y que no muera de hambre.’ La llama es una maravilla, y además es útil; no hay duda que es un regalo de seres poderosos. ¿Son los mismos que los seres enfadados de la tormenta?“La llama nos calienta en las noches frías. Nos da luz. Hace agujeros en la oscuridad cuando la Luna es nueva. Podemos reparar las lanzas de noche para la caza del día siguiente. Y si no estamos cansados podemos vemos los unos a los otros y conversar incluso en las tinieblas. Además —y esto es algo muy bueno— el fuego mantiene alejados a los animales. Porque de noche pueden hacemos daño. A veces se nos han comido incluso animales pequeños, como hienas y lobos. Ahora esto ha cambiado. Ahora la llama mantiene a raya a los animales. Les vemos aullando suavemente en la oscuridad, merodeando con sus ojos relucientes a la luz de la llama. La llama les asusta. Pero nosotros no estamos asustados con ella."
“Un día hubo una tormenta con muchos relámpagos y truenos y lluvia. Los pequeños tienen miedo de las tormentas. Y a veces tengo miedo incluso yo. El secreto de la tormenta está oculto. El trueno es profundo y potente; el relámpago es breve y brillante. Quizás alguien muy poderoso esté muy irritado. Creo que ha de ser alguien que esté en el cielo.“Después de la tormenta hubo un chisporroteo y un crujido en el bosque cercano. Fuimos a ver qué pasaba. Habia una cosa brillante, caliente y movediza, amarilla y roja. Nunca habíamos visto cosa semejante. Ahora le llamamos ‘llama’. Tiene un olor especial. En cierto modo es una cosa viva. Come comida. Si se le deja come plantas y brazos de árboles, incluso árboles enteros. Es fuerte. Pero no es muy lista. Cuando acaba toda su comida se muere. Es incapaz de andar de un árbol a otro a un tiro de lanza si no hay comida por el camino. No puede andar sin comer. Pero allí donde encuentra mucha comida crece y da muchas llamas hijas.“Uno de nosotros tuvo una idea atrevida y terrible: capturar la llama, darle tan poco de comer y convertirla en amiga nuestra. Encontramos algunas ramas largas de madera dura. La llama empezó a comérselas, pero lentamente. Podíamos agarrarlas por la punta que no tenía llama. Si uno corre deprisa con una llama pequeña, se muere. Sus hijos son débiles. Nosotros no corrimos. Fuimos andando, deseándole a gritos que le fuera bien. ‘No te mueras’ decíamos a la llama. Los otros cazadores nos miraban con ojos asombrados.“Desde entonces siempre la hemos llevado con nosotros. Tenemos una llama madre para alimentar lentamente a la llama y que no muera de hambre.’ La llama es una maravilla, y además es útil; no hay duda que es un regalo de seres poderosos. ¿Son los mismos que los seres enfadados de la tormenta?“La llama nos calienta en las noches frías. Nos da luz. Hace agujeros en la oscuridad cuando la Luna es nueva. Podemos reparar las lanzas de noche para la caza del día siguiente. Y si no estamos cansados podemos vemos los unos a los otros y conversar incluso en las tinieblas. Además —y esto es algo muy bueno— el fuego mantiene alejados a los animales. Porque de noche pueden hacemos daño. A veces se nos han comido incluso animales pequeños, como hienas y lobos. Ahora esto ha cambiado. Ahora la llama mantiene a raya a los animales. Les vemos aullando suavemente en la oscuridad, merodeando con sus ojos relucientes a la luz de la llama. La llama les asusta. Pero nosotros no estamos asustados con ella."
Cosmos
Carl Sagan
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