domingo, 26 de agosto de 2007

anacoreta al fin

Me encuentro en mi pieza, hechado sobre la cama mirando el altillo sobre mi que hace las veces de techo. está atardeciendo.
Ni un ruido en la casa. Arriba la tía sigue en su eterno escaneo de diapositivas acumuladas por años de historia familiar en pro de un compendio final de ésta; el tío ya se fue a su oficina. Son las 6:00 de la tarde y me incorporo con algo de frío, que es muy normal en este espacio alto y tenue.
Tomo mis llaves , paso junto a la escalera y le grito a la tía que voy y vuelvo, al abrir la puerta me recibe la Chatén (histérica como siempre), evito sus felices uñas asesinas de chalecos y salgo de la casa. No sé a donde y no hay una razón exacta, sólo me dirijo a la costa.
Corre mucho viento. Las palmeras y demases se doblan fácilmente en el camino (entiendo así la forma peculiar de algunos árboles de por aquí), cruzo la calle y empiezo a pensar que en vez de evitar el azote gélido del viento es mejor resignarse y hacerse un poco parte de él.
Hay una especie de anfiteatro cuadrado allí de donde viene el sonido de una banda militar que ha estado todo el dia en lo mismo y me sorprendo al acercarme y ver que son sólo unos 13 jóvenes practicando... hubiese jurado que todos los regimientos del sur de Antofagasta estaban pasando por la costanera.
La calzada continúa directo a la grúa macosa que se levanta imponente frente a mi pequeña humanidad; al pasar bajo ella pareciera querer aplastarme. Y termina todo en los amplios escalones desde los cuales sólo unos pasos me separan de las rocas donde se rompen las olas. Me quedo en el borde, de pie, tán sólo mirando. El mar siempre me gustó más en un día nubado. Parece abovedarse bajo las nubes oscuras y adquiere un tamaño más perceptiblemente enorme y lejano... sólo una bandada de siluetas voladoras hacen falta para que la escena sea perfectamente hipnotizante. Casi puedo escuchar esa música...
Son minutos, un pequño tiempo, ni siquiera he bierto la boca para respirar por ella; me gusta pensar que en realidad no estoy, que soy invisible, que no soy más que esa tierra que permanece allí haciendo lo mismo que yo pero durante años. A mis espaldas está tódo, están todos, todo lo que ha pasado, todo lo que he conocido, siguiendo su curso cotidiano, aconteciendo lo que luego se comentará en las agradables reuniones, en las llamandas telefónicas a distancia y en las onces mas o menos familiares.
No es el silencio, es la soledad que resulta del mar, que todo lo disuelve y lo convierte en arena. Cómo le temo al mar.
Media vuelta y los pasos me llevan de regreso. La banda aún toca las liras y los tambores; el perro que los acompaña me ve y corre rabioso hacia mí, subiendo veloz los escalones. Se acerca ladrando. Toca mi codo con su hocico incluso. No me inmuto, no me detengo, no varío la inercia, pues no es capaz de dañarme realmente, no tiene razones.
Al pasar bajo la escalera le grito a la tía que ya llegué.
Me siento en la cama, me recuesto en ella, como hace un momento.
Esta noche canto denuevo. Qué bien.
Si no fuese por eso quizás si me disolviera el mar.

3 comentarios:

María José dijo...

teniblog!?
mish

agregado ... agregame a tu blog!

chau

María José dijo...

ahora si
te escribo con conciencia de lo que he leido.

sabes?
cuando era más chica, cuando tenía como 12 años, vivía en Mejillones, y siempre, cuando estaba en un estado de "no-sé-qué", escapaba hacia la playa, que quedaba muy cerca.. y me sentaba cerca de un muelle destruido que era mi pequeño refugio, escondida de todo porque a nadie avisaba que desaparecería... y me volvía una con las olas, y dejaba que la expansividad de ellas me consumieran, y me perdía, y desaparecía...
a veces me quejo de que la gente vive del pasado y no se centra en lo que vive.. pero por dios que echo de menos esos momentos.. cuando era libre, cuando podía tomar mi walkman [eso era en esos tiempos] y arrancar. mi padre no tenía mucha conciencia de eso ya que su vida era [y es] el mar... no le importaba.. por el, que yo pasara a formar parte de eso que tanto amaba...

me has inspirado para desaparecer esta tarde.

Saludos leo, no sabes como me has provocado hoy.

Anónimo dijo...

Chuatas, recontrachuatas....te leo y te leo, Leo, que manera de transportarme a esas mismas aguas, a esos mismos aires, que manera de volverme de bruces a un mar que no es tan lejano, casi forma parte de nuestra sangre, porque su sal desde alguna parte nos llama.
Quizás es el abuelo que respiró esas olas y que encontró las estrellas en una noche en esa misma playa, sigue respirando en nosotros.
Resoné con la misma frecuencia, porque hace muchos años iba sin saber porque, en busca del mar y el aire era igualmente nostálgico.
Chuatas y recontrachuatas, espero que el mar te transmita,a pesar de su soledad, que es un crisol de vida y que mirando el horizonte uno puede proyectar un sueño, el sueño de ser.

David